jueves, 15 de marzo de 2012

JUGANDO EN EL BOSQUE

Hoy el bosque está de lo más animado. 
Los conejos salen de sus madrigueras para saludar al nuevo día, los topos tímidamente van dejando su letargo y se disponen para empezar la jornada.

Hace rato que los cervatillos brincan por encima de los pequeños matorrales, tan libres como el viento que acaricia sus lomos.

Y poco a poco el bosque se va llenando de sus habitantes: gorriones, liebres, ardillas, caracoles, pájaros carpinteros, tejones, van apareciendo poco a poco y llenado de luz, música y color allá por donde aparecen.

Pero no solo hay animalitos en el bosque. En el bosque hay varias casitas donde viven algunas personas y niños, como Elena y Juan

Elena y Juan son hermanos y son los hijos de Valeriano, el resinero.

Valeriano se encarga de recoger la resina que los árboles del bosque producen, y que más tarde servirá para fabricar barnices, pegamentos, perfumes o incienso.

Hoy es domingo y Elena y Juan no tienen que ir a la escuela, así que deciden ir a jugar con los animalitos, sus amigos del bosque.

Juegan, ríen, cantan, hacen un círculo muy grande donde todos saltan y juegan, y se ríen tanto y tan alto, que el sol, desde arriba y sin dejar de alumbrar, les mira con envidia y piensa: como me gustaría bajar a la tierra y jugar y reír con ellos. Yo aquí estoy tan solo. 

Ellos disfrutan de mí, pero no saben ni siquiera que estoy aquí. Y con estos pensamientos en su mente, y ofuscado en ellos, decide poco a poco olvidarse de cuál es su misión y bajarse a la tierra a jugar con ellos. 

De pronto, cuando ya estaba empezando a descender, oyó una voz que le decía: si bajas a la tierra, los rayos de tu sol serán tan fuertes que acabaran abrasando a los niños, a los animales y al bosque entero.

Fue tan fuerte el impacto de estas palabras, que se detuvo en seco, y empezó a subir poco a poco el pequeño tramo que había descendido, con un sentimiento mezcla de alegría y tristeza. 

Alegría porque por fin entendía su verdadera misión, y tristeza, porque las consecuencias hubieran sido tremendas si se hubiera dejado llevar por sus pensamientos.

Y así, decidió y se dio cuenta de que era posible, disfrutar de las risas y los juegos de los niños y de los animales del bosque desde su lugar, sin dejar de cumplir su misión, así era feliz y hacía felices a los demás.
                                        FIN

       Moralejas:
Tu misión, por pequeña que te parezca, es importante para 
   el mundo
• Si tú no haces lo que tienes que hacer, nadie lo hará por ti.

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